Soledad: cicatrices del cuerpo y del alma

 

Una de las grandes preocupaciones durante los últimos meses ha sido la soledad. Una soledad que se expresa de variadas maneras. La más evidente es la de quienes viven solos y el contacto físico con otros ha sido muy difícil, tal vez interactúan de vez en cuando con alguien de su edificio o con un repartidor que les lleva alguna compra. Son personas que viven solas desde hace un tiempo y que de alguna manera pueden llegar a estar a acostumbradas a no ver a otras personas siempre en su casa. Pero que vivan solos no quiere decir que se sientan solos.

Hay otras soledades que comienzan a ser complejas y que le juegan en contra a nuestra salud mental. Por ejemplo, la quienes por alguna razón están lejos de sus hijos (aunque estén en la misma ciudad) o de quienes llevan años una batalla en sus hogares y preferirían no tener que compartir con alguien esta época de confinamiento y que no viven solos, pero si se sienten solos.  

Conozco el caso de una pareja que estaba a punto de separarse antes del inicio de la pandemia y les ha tocado vivir juntos estos meses. Me da la sensación de que se ignoran mutuamente pero no creen que sea un buen momento para que alguno busque casa. Sin embargo, cuando hablo con mi amiga se siente muy sola y la soledad junto a quien no quiere estar se hace mayor. Por el contrario, tengo un amigo que, aunque vive separado de su pareja se han sentido muy acompañados.

La percepción de estar solo o acompañado creo que varía según la situación de cada uno, pero la falta de libertad de verse con quienes solíamos encontrarnos hace de alguna manera que la soledad se este haciendo más presente. Es un sentimiento muy difícil de manejar.

Aunque están comenzando a abrirse los espacios de desconfinamiento, el contacto físico y las reuniones con amigos aun se ven lejanas. Las conversaciones junto a una buena botella de vino con amigos o las celebraciones en familia aun deberán esperar. Además, saber que tanta gente a muerto también deja un sentimiento de desolación y nostalgia.

Se habla de salud mental y física, y estoy segura de que este tiempo nos dejará cicatrices físicas y en el alma que por lo menos para quienes lo estamos viviendo a conciencia serán permanentes. Cuando hablo de física me refiero a todos los cambios a los que hemos sometido a nuestro cuerpo como la inactividad, la falta de luz solar, la mala alimentación, en definitiva, el pensar que de todo eso es mejor preocuparse cuando logremos salir del encierro y no hacemos mucho por trabajarlo total poca gente nos ve. Otro extremo ha sido quienes se han obsesionado con el ejercicio y el comer poco. Vi el otro día el caso de una modelo que aprovechando el encierro hizo un ayudo de 21 días, que locura.

Al hablar de las cicatrices del alma me refiero a toda esta montaña rusa de emociones que la verdad es que no sabemos manejar y tal vez se arreglen cuando todo esto pase, pero que nos ha dejado miedo del contacto, la necesidad de alejarnos para cuidarnos y cuidar a quienes queremos.

Al principio sentíamos que por video llamadas estábamos cerca de todos nuestros seres queridos, amigos y trabajo. Pero la verdad es que hoy unos meses después nos cuesta estar todo el día frente a la pantalla y los audífonos dan ganas de lanzarlos por la ventana. Eternas reuniones de trabajo por cualquier plataforma hacen que luego querer verse con familia y amigos por las mismas coordenadas cueste mucho.

Cada vez queda más en duda que saldremos de esto fortalecidos, reinventados y mejores personas, solo es ver los ejemplos de ciudades que han abierto parte del comercio y lo primero que hace la gente es salir corriendo a comprar cosas que no son necesarias.

Lo que nos queda es trabajar para no sentirnos tan solos y que las cicatrices físicas y mentales no sean tan profundas.

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