Los abismos de Pilar Quintana son también nuestros abismos
Nací en Cali y parte
de mi infancia y adolescencia las pasé ahí en la misma ciudad en la que se desarrolla
Los abismos de Pilar Quintana. El libro me llevó de la mano de Claudia y
su papá a recorrerla nuevamente, a recorrer el borde del río y visitar el
zoológico y su mariposario. A almorzar nuevamente en el Cali Viejo patacones e
ir a visitar la estatua de Belalcázar. También fui con ella y su mamá de
comprar a Zas, a comer helado, chontaduro, mango biche y grosellas. Sentí el
calor de la ciudad y lo fresco de la selva en la casa, cuando era niña mi mamá
también tenía plantas dentro de la casa.
Después de recorrer con Claudia
la ciudad llegaron los miedos de la infancia, y recordé los míos y esa
fragilidad con la que la vida nos ponía las pruebas cuando él mundo se divide
en la dualidad de la inocencia y el despertar a la realidad. Esa etapa en la
que los adultos creen que no entendemos, pero entendemos más de lo que creen y
callamos, pero los miedos se nos van quedando atrapados en los abismos de los
recuerdos. Como dice la contra solapa del libro “cada quien tiene un punto
de quiebre en la infancia”, y mis recuerdos de Cali son a la vez luminosos como
el sol de la ciudad y obscuros como el agua del río que pasaba por mi ventana
cuando había tormenta.
Los abismos, también me hizo
pensar en lo afortunada que soy por haber nacido unos años después de la época
en que las mujeres podían hacer poco con sus vidas. Mi generación ha estado en
el filo de las niñas bien que debían casarse y las rebeldes que fueron a la
universidad y esa no era una prioridad. O quienes como la tía Amelia se
quedaron “solteronas” por decisión o por falta de una oportunidad de encontrar
a un “buen hombre” o todas esas mujeres que como Rebeca o Gloria Inés
decidieron que ya no quería vivir. Después de leer Los abismos reafirmo la convicción de que los fantasmas
de la infancia nos perseguirán siempre, así nos pidamos perdón, así tratemos de
dar vuelta a la página. Y me angustia no saber cuáles podrán ser esos abismos
con los que tendrán que lidiar mis hijos.
Los abismos, está cargado
de magníficas descripciones, metáforas y juegos del lenguaje que nos permite ir
creando la atmosfera, los personajes y los lugares de una manera muy
cinematográfica. Por ejemplo, cuando la niña habla de la dependienta del
supermercado de su papá y dice que “tenía arrugas de elefante” o cuando
sabiendo que algo malo estaba por pasar Claudia y su mamá se montaron en el
carro y dice que “hicimos el camino al apartamento calladas, como si fuéramos a
un entierro. Solo que nuestro silencio no era triste sino erizado. Yo no me
atreví a quitarle la envoltura al Bon Bon Bum”.
Los silencios aparecen constantemente,
igual que en nuestras vidas, callamos más de lo que deberíamos y cuando
estallamos ya no hay vuelta atrás. Como cuando el papá pelea con Claudia mamá y
la niña describe que “una voz que le salía de adentro, no de su garganta sino
de la barriga, como cuando antes de temblar la tierra ruge” y finalmente “los
gritos se acabaron. Ahora no se escuchaba nada. Solo el silencio. Solo el
abismo de ese silencio”.
Los abismos, habla también de las cosas
que no se dicen y de las enfermedades mentales que antes no se nombraban y
mucho menos se pedía ayuda. Se invisibilizaba el dolor y simplemente decían que
ya pasará. Pero como las artistas de las revistas que la mamá solía leer las
niñas bien también pueden llegar a la autodestrucción, “yo había oído del
suicidio y creía saber lo que era, pero solo ahora empezaba a entenderlo. No
era que de repente la persona cayera en un rapto de locura y se matara. No era
algo que ocurría a pesar de sus deseo o intenciones. No era un juego o una
broma que salía mal. Era enserio la persona quería morir”.
No sé cómo será leer Los abismos sin
no se conoce Cali y su idiosincrasia, seguramente es igual que cuando leemos a
un autor oriental o lejano, nosotros mismos ambientamos la historia. Sin
embargo, haber vivido el Cali que describe Pilar Quintana me removió algunos
abismos y me hace querer comentar esta lectura que me llegó a lo más profundo.
Es una novela que se lee rápido pero que se queda impregnada en las emociones y
de la cual es difícil separarse.
Así como las
mujeres de la vida de Claudia (incluida Paulina su muñeca) que en algún momento quisieron desaparecer, ¿Quién en
algún momento no ha querido desaparece en el abismo?
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