Apuntes sobre el libro “Reconocer la diversidad: textos breves e imágenes para transformar miradas”
Hace poco más de un mes tuve el
privilegio de conocer al Ignacio Calderón Almendros, profesor de Teoría de la Educación de la Universidad de Málaga, que incansablemente trabaja por cambiar la mirada hacia la discapacidad
y busca a través de la educación inclusiva cambiar las prácticas opresivas que
nos hacen rechazar la diversidad.
Quedé encantada con las
conversaciones que pudimos sostener tanto en el marco del Congreso
iberoamericano de Síndrome de Down como en la Feria del Libro de Bogotá donde
pude entrevistarlo en el marco de la franja “Leer con los sentidos” desde la
cual buscábamos el reconocimiento y el respeto de las personas con discapacidad
en espacios tan importantes y generadores de opinión como la FILBo.
En la feria estaba disponible el
libro de Ignacio “Reconocer la
diversidad: textos breves e imágenes para transformar miradas”, que además
de tener unos textos que como dice el libro, buscan inquietar y alterar el
orden para que surjan nuevas esperanzas, trae unas imágenes de la fotógrafa
Paula Verde Francisco. Este complemento entre imagen y texto permite una
lectura emotiva que nos cuestiona sobre cómo nos enfrentamos a la diversidad, específicamente
con la diferencia desde la discapacidad.
Aquí quiero compartirles unos
apartados y reflexiones sobre aspectos que llamaron mi atención, las cuales
espero los inquiete sobre algunos puntos y sobre todo espero que logren
cuestionar lo incuestionable, como nos invita el autor.
“Cuando nos referimos a la
educación inclusiva, de lo que hablamos es de un gran proyecto social y
educativo: el de educarnos juntos” (Pág.
15). Las negrillas no están en el
libro, pero quiero hacer énfasis en esta idea, del planteamiento de la
necesidad que todos los niños, las niñas y los jóvenes participen activamente
desde el sistema educativo y desde el ámbito escolar con otros pares de su
misma edad.
No es suficiente que en un
colegio regular reciban a estudiantes con discapacidad si la idea es dejarlos
en “aulas especiales”, la verdadera educación inclusiva permite precisamente
educarnos juntos. “Tenemos el reto de garantizar su presencia, su aprendizaje,
su participación y su reconocimiento, pero para que esto suceda es necesario
que no pensemos en la escuela ordinaria ni en la escuela especial, sino en una
nueva escuela que supere esta división tan violenta y dolorosa” (pág. 18).
Pensar en una nueva escuela es pensar en una escuela en la que TODOS tienen
cabida, una escuela a la que ni estudiantes, ni maestros, ni familias temen
porque todos se respetan, aprenden de las capacidades del otro y luchan por un
proyecto de vida para cada uno.
Las barreras actitudinales son de
las barreras más complejas de derrumbar. Lo que hemos ido aprendiendo a lo
largo de nuestra vida es lo que nos prepara para las nuevas experiencias, pero
lo peor es no ser conscientes que lo que creemos que está ´bien´ o que es
´normal´ pueden lastimar a otros: “Lo peor es saber que son nuestras actitudes
segregadoras las que dañan y no sus cuerpos” (Pág. 35).
“Nos asusta no ser aceptados y
vivimos desde la infancia un proceso de doma cognitiva y conductual que reniega
de nuestras peculiaridades” (pág. 38). Las normas sociales nos indican que
debemos encajar, que debemos ganarnos un lugar en el mundo, pero ojalá de la manera
más invisible y sin que nuestras diferencias resalten mucho. Es ahí donde se
complejiza la participación de las personas con discapacidad que enfrentan el
ser aceptados desde barreras que ponen los otros y el contexto, no ellos.
“El alumnado, las escuelas, los
contextos próximos, las regiones y las culturas no son iguales, pero se
comparan sin reparos en las evaluaciones internacionales que acaparan toda
nuestra atención” (Pág. 60). Las pruebas estandarizadas, miden eso
precisamente: los estándares que el sistema educativo ha establecido. Pero si
todos somos diferentes y vemos el mundo de una manera que es imposible que otro
conozca, por qué se continúa con la idea de que a todos los debemos evaluar
igual. Muchos padres se preocupan por el lugar que ocupa el colegio de sus
hijos en las pruebas estatales, sin darse cuenta que lo que miden esas pruebas
es cómo lograr que todos los alumnos sean iguales. Mientras el sistema de
evaluación no evolucione seguirá siendo muy complejo que tengamos una nueva
escuela que no se enfoque en esos resultados sino en las capacidades de cada
uno como individuos únicos.
Y que mejor para terminar estas
pequeñas reflexiones que me generaron el libro de Ignacio Calderón, que este
párrafo en el que se expresa la necesidad diaria de conocer lo que piensa el
otro y reconocer la diversidad a partir de las diferentes visiones del mundo: “En
la actividad de dialogar se obra un milagro: podemos saltar el conocimiento a
través del reconocimiento. Porque al conversar estamos situándonos
horizontalmente junto a la otra persona, haciendo posible nuestra posible
nuestra transformación, nuestro “mestizaje”, que requiere de las diferencias”
(Pág. 111).
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