5 cosas que deberíamos saber antes de tener hijos


Llegó la hora de hablar de lo que significa ser madre y sobre algunas cosas que he pensado que me hubiera gustado saber antes de que nacieran mis hijos. O tal vez me lo dijeron, pero realmente siempre nos dicen tantas cosas, que es difícil dimensionar todo lo que cambia la vida con un hijo.  

Siempre se habla de la falta que hace tener un manual para ser padres. Pero creo que está aventura sería muy aburrida si tuviéramos uno. Lo increíble de ser una familia es lo diferente que es cada una, aunque la televisión continúe queriendo hacer prototipos de familias ideales o estereotipos de súper madres.


1-  Tener hijos es a la vez lo mejor y lo peor que te puede pasar en la vida. Cuando se espera un hijo (por lo menos el primero) la verdad es que no alcanza uno a dimensionar lo que está por venir. Durante los meses de embarazo de alguna manera todo sigue igual: la pareja, la vida social, los intereses, las necesidades y las obligaciones. Sin embargo, cuando nace todo cambia. Desde el justo momento que te entregan a tu hijo y lo puedes tener junto a tu pecho nace un sentimiento dual tan fuerte que podría describirse como la emoción de amor más grande y el susto más tenaz porque esa pequeña vida frágil depende de ti para TODO.  Y cuando van creciendo el orgullo por cada logro es igual de infinito que la angustia de verlo enfermo o sufriendo.

2- La lactancia es el suplicio más duro que he tenido y a la vez la sensación más gratificante. Y como parece que la maternidad es un sinfín de sentimientos completamente opuestos acá va la lactancia. La naturaleza es increíble y nos permite alimentar a nuestros hijos durante los primeros meses de vida. Sin embargo, antes que me tocara pensaba que era algo super sencillo, que simplemente era ofrecerle la leche en el embace natural al bebé y listo... todos felices. Pero no, primero el bebé tiene que aprender a succionar, después succiona tan duro que uno le nombra hasta la madre porque deja todo lastimado y lleno de heridas. El dolor que esto puede llegar a producir y los cambios en nuestro cuerpo, no se equipara ni siquiera al parto, pero ¿cómo dejarnos vencer de un pequeño hambriento (sin dientes) que nos ve con cara de te amo mamá, aunque no sepa hablar?

3- El segundo hijo es un universo diferente. Aunque creamos que como madres ya sabemos todo por tener un hijo, es mentira. Si llega a nuestras vidas otro pequeño o pequeña pueden estar seguros que todo vuelve a empezar. Puede ser que ya sepamos cosas sencillas como cambiar un pañal o hacerles las primeras papillas. Pero de ahí en adelante son universos completamente diferentes. Se enferman diferentes, lo que les molesta es diferente, las canciones que les cantabas al primero y lo tranquilizaban, lo más seguro es que al segundo lo irriten. Cuando creías tener la prueba de ser madre superada, llega otro hijo para decirte en la cara que jamás te graduarás de esta materia porque debes estar en constante aprendizaje. Así que cuando alguna amiga, tía, abuela o suegra te den consejos puedes probar, pero nada garantiza que el resultado sea el que ellas tuvieron.

4- Pequeños grandes placeres. Pero no todo es tan blanco y negro. Existe también muchos momentos inolvidables que he querido llamar pequeños grandes placeres porque son instantes, minutos u horas que recargar el alma, que te hacen sentir que sin importar los sustos y la angustia de ser mamá, todo vale la pena. Son esos momentos en los que el abrazo de un hijo te hace olvidar los problemas del trabajo, son esas tardes de maratones de series que nos gustan a los dos, son esas despedidas en la mañana cuando nos decimos que nos amamos y deseamos que cada uno tenga un lindo día y después en la tarde haya sido bueno o malo el día nos contamos que nos pasó. Son esos desayunos en pijama donde la risa y el saber que estamos juntos deja el resto de lado. Es ver a los hijos dormir plácidamente con cara de duermo tranquilo porque sé que estás acá.

5- No existe tal cosa como la súper mamá. Aunque creamos que tenemos todo bajo control, que somos capaces de balancear la existencia completa entre ser mamá y tener una vida fuera de ese rol (trabajar, estudiar, hacer deporte, estar con los amigos, etc.) No creo que exista una mujer que no se cuestione por su rol materno y su rol en el mundo. Creo firmemente que está bien sentir que no podemos con todo y tomarnos en tiempo de llorar, salir corriendo o esconder un grito bajo la almohada. Hoy sé que hay madres que adoran cocinar y otras como yo que no, que hay madres sociables y otras que odiamos las piñatas. Ser mamá es ser una mujer con virtudes y defectos que trata de hacer lo mejor por los seres a los que más ama en la vida. Esos seres a los que es imposible no defraudar en algún momento y por quienes sufrimos como por nadie más. Pero, ¿si no esperamos que nuestros hijos sean perfectos, por qué creemos que debemos ser perfectas para ellos?  

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