Las mentiras de nosotros los adultos

Desde que leí el libro de la enigmática Elena Ferrante "La vida mentirosa de los adultos" me quedó resonando en la cabeza el interrogante sobre cuál es la imagen que tienen nuestros hijos de nosotros a partir de las mentiras que les decimos, de las que nos oyen decir y de las que nos decimos a nosotros mismos para sobre llevar el día a día. 

En una parte del libro dice: 

"- Quizá sería todo menos complicado si se dijera la verdad.

- La verdad es difícil - comentó con aire sufrido -. Cuando seas mayor lo entenderás, es algo para lo que las novelas no bastan. ¿Me haces entonces ese favor?

Mentiras, mentiras, los adultos las prohíben y entretanto cuentan muchas. Asentí, me desabroché la pulsera, la guardé en el bolsillo."

A veces creemos que las mentiras protegen a quienes amamos o creemos que los hará felices no saber alguna parte de la historia, pero tal vez todo sería más fácil sin mentir. Una mentira lleva a otra y de repente ya no sabemos qué es verdad y qué no, como cuando desde chiquitos les decimos a nuestros hijos que el niño Dios, viejito pascuero o Santa existen y lo mal que quedamos cuando se enteran de la verdad. ¿No sería más fácil decirles que los amamos y lo mucho que nos cuesta tener los regalos que quieren? la frustración por que no les llega justo lo que quieren sería menor y entenderían porque no a todos los niños les llega un regalo la mañana de navidad. 

Si, hay verdades difíciles, pero remplazarlas por una mentira realmente no las hace más fáciles. Muchos conflictos que se dan entre padres e hijos van de la mano de esas mentiras que les hemos dicho o que nos han oído decir y que cuando comienzan a crecer nos sacan en cara y nos confrontan.

En la casa hablamos de lo mal que nos cae alguien y luego cuando nos encontramos con esa persona ponemos nuestra mejor sonrisa y alagamos aspectos que en privado habíamos criticado. Acciones como esta, que creemos inofensiva marcan la forma en que nos ven quienes tenemos cerca.

También pasa que con los años hay mentiras que dejan de pesar porque la verdad no es una opción y entre más te alejas de ella se vuelve más absurdo decirla, sin embargo, llega un día, una hora en la que esa mentira constante sale a la luz y le duele a quienes tenemos cerca. Todas las familias tienen ese tipo de historias como la tía que dio en adopción a su hijo en la adolescencia, o el papá que tuvo varios hijos fuera del matrimonio o el primo que se casó por apariencia pero que realmente era gay. Si no existieran esas mentiras, esa necesidad de algunos de ocultar y la necesidad de otros de confrontar no existirían el drama, las novelas y seguramente Agatha Christie no hubiera tenido tanto trabajo averiguando quién es el asesino. 

Las peores mentiras son las que nos decimos nosotros mismos, es la paradoja más loca porque el autoengaño simplemente no debería poder suceder. Es sabotearse constantemente para mantener creencias erróneas o ilusiones que no queremos soltar, y que por más que nos las digan no hacemos caso y hasta nos ponemos bravos con quienes tratan de ayudarnos.

No sé si sea posible una vida de cero mentiras, pero sí creo importante que nuestros hijos no nos vean como mentirosos o como que la vida en general de los adultos está hecha de puras mentiras y autoengaños, la verdad no es difícil, lo difícil a veces es vivir libre de ocultamientos y apariencias absurdas. Y ustedes han pensado, ¿qué tantas mentiras rondan su vida?

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