A más tecnología mayor es la necesidad de enseñar a tener una vida significativa

Continuando con el tema de la entrada anterior, en la cual se planteaba que más que pelear con la tecnología debíamos luchar por tener más conversaciones, esta vez vamos a hablar de la importancia de la educación socioemocional, aquella que permita que las nuevas generaciones sin importar lo “invadidos” que estemos de tecnología, logren tener una vida significativa con un profundo bienestar.

Pero, ¿cómo evitar la desconexión humana en esta vertiginosa carrera de las tecnologías digitales? Es difícil no pensar en cómo nos estamos desconectando si cada vez más son los mismos padres los que ponen en manos de sus hijos un celular o una tableta para dejarlos “tranquilos”.

Personalmente estoy convencida que entre menos expongamos a los más pequeños a estas tecnologías, y les demos más tiempo de jugar, aprender, explorar, caerse y aprender de su entorno podremos mitigar lo que se ha denominado como desconexión humana.

Sabemos que los primeros años son cruciales en el desarrollo de nuestros hijos y que lo que hagamos o dejemos de hacer tendrá un gran impacto en el adulto que será. Teniendo en cuenta que las nuevas generaciones han crecido rodeados de estímulos intensos y efímeros, la felicidad que experimentan también es intensa y efímera.

Y aunque aún no sabemos cuál es el mundo que tendrán que vivir, ni cuáles serán los nuevos desafíos educativos y laborales, lo que si podemos hacer ahora mismo es ayudarles a desarrollar aptitudes sociales como la empatía, la compasión, la generosidad y sobre todo la capacidad de aprender a aprender durante toda la vida.

Esto es toda una innovación en el aula que aún no se sabemos cómo evaluar porque son capacidades para la vida subjetivas, razón por la cual, aunque en el sector educativo se sabe que son temas importantes no se integran al currículo.

Un gran desafío educativo es cómo lograr mediar entre el conocimiento que necesitan los niños y la conexión humana, en otras palabras, como conectar la mente con el corazón.

Históricamente la educación ha estado marcada por el ser competitivo, que debe ser mejor que los demás sin importar a quien deje atrás. Preparar a nuestros hijos para que sean capaces de leer su entorno, de analizar lo que sucede y las posibles formas de resolver un problema de manera colaborativa creo que son la base de una sociedad conectada desde lo humano y no solamente desde lo tecnológico. La interacción social, sin duda tiene efectos positivos en la memoria y en la capacidad de adaptarse al entorno.

Si la invitación en la entrada anterior era a tener más conversaciones, en esta la invitación es a empezar actuar (hoy mismo) con nuestros hijos, con nuestros alumnos y con nosotros mismos, para lograr una conexión desde lo humano, a ponernos en los zapatos de los otros, a ser generosos con el tiempo que le dedicamos a los amigos a la familia. En definitiva, a sentar las bases para que el aprendizaje nunca termine, para que la curiosidad sea nuestra brújula y encontremos nuestro ¡propósito significativo!

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